Neruda dijo alguna vez: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con las flores”
Y es eso lo que quiero hacer contigo.
Quiero convertirme en primavera y que tu cuerpo sea un campo enorme de flores fragantes. Quiero hacer de mis manos una brisa tibia para recorrerte y envolverte en su vaivén.
Quiero danzar a tu alrededor y hacerte saber que no hay alegría más grande que la que el brillo de tus ojos me brinda cada vez que los veo, que no hay paisaje más hermoso que el de los contornos de tu rostro cuando sonríes, que no hay momento más sublime que el momento en el que tu voz atraviesa un ligero espacio hasta llegar a mis oídos con un “te quiero”.
Eres más que un campo de flores y yo más que una simple primavera. Somos el sol y la luna. Eres el que le da brillo a mi existencia y el que me hace ser la que soy. Eres el que me hace enfrentar la penumbra e iluminar el camino a los viajeros. Eres ese que está tan cerca y a la vez tan lejos, que siento en mí, pero que no puedo alcanzar. Eres el que sólo en un eclipse puedo rozar, el que cubre mi existencia con su luz y el que transforma mis sueños en poesía.
Neruda lo dijo todo y la vez nada con esa frase. Profesó su deseo más oculto, pero lo dejó en eso, en deseo. Sólo él sabe si se hizo realidad.
La primavera está lejos de los dos ahora y las flores yacen en el suelo, marchitas, cubiertas de doradas hojas. Ambos no somos el sol y la luna, pero en el fondo de mi ser ansío que lo seamos. Que ese eclipse llegue ya, para darle justicia a ese verso que no sé si Neruda hizo realidad.
Y es eso lo que quiero hacer contigo.
Quiero convertirme en primavera y que tu cuerpo sea un campo enorme de flores fragantes. Quiero hacer de mis manos una brisa tibia para recorrerte y envolverte en su vaivén.
Quiero danzar a tu alrededor y hacerte saber que no hay alegría más grande que la que el brillo de tus ojos me brinda cada vez que los veo, que no hay paisaje más hermoso que el de los contornos de tu rostro cuando sonríes, que no hay momento más sublime que el momento en el que tu voz atraviesa un ligero espacio hasta llegar a mis oídos con un “te quiero”.
Eres más que un campo de flores y yo más que una simple primavera. Somos el sol y la luna. Eres el que le da brillo a mi existencia y el que me hace ser la que soy. Eres el que me hace enfrentar la penumbra e iluminar el camino a los viajeros. Eres ese que está tan cerca y a la vez tan lejos, que siento en mí, pero que no puedo alcanzar. Eres el que sólo en un eclipse puedo rozar, el que cubre mi existencia con su luz y el que transforma mis sueños en poesía.
Neruda lo dijo todo y la vez nada con esa frase. Profesó su deseo más oculto, pero lo dejó en eso, en deseo. Sólo él sabe si se hizo realidad.
La primavera está lejos de los dos ahora y las flores yacen en el suelo, marchitas, cubiertas de doradas hojas. Ambos no somos el sol y la luna, pero en el fondo de mi ser ansío que lo seamos. Que ese eclipse llegue ya, para darle justicia a ese verso que no sé si Neruda hizo realidad.
Tú sabes que lo escribí pensando en ti y lo mucho que deseo que nuestro eclipse llegue, donde la luz cubre el cielo de una atmósfera llena de amor. Cruzaré los dedos y le pediré a una estrella que me conceda ese deseo.